Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá.
¡OH Dios, Dios mío eres tú! ¡de madrugada te buscaré! ¡mi alma tiene sed de ti; mi carne suspira por ti, en tierra seca y sedienta, donde no hay aguas;2 para ver tu poder y tu gloria, así como te he visto en el Santuario!3 Por cuanto tu misericordia es mejor que la vida, mis labios te alabarán.4 Así te bendeciré mientras viviere: alzaré mis manos en tu nombre.5 Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, y con labios de alegría te alabará mi boca,6 cuando sobre mi cama me acuerde de ti; cuando medite en ti en las vigilias de la noche.7 Porque tú has sido mi socorro, y a la sombra de tus alas me regocijaré.8 Mi alma sigue ardorosa en pos de ti; tu diestra me sustenta.9 Pero aquellos que buscan mi alma para destruirla, bajarán a los más hondos abismos de la tierra.10 Serán entregados al poder de la espada, serán presa para los chacales.11 Pero el rey se alegrará en Dios: todo aquel que jura por él se gloriará; mas la boca de los que hablan mentira será cerrada.